Cuando uno crea una compañía, algunas necesidades vienen incluidas en el paquete. La nueva compañía necesitará un domicilio fiscal, una oficina, un logotipo y un número de teléfono como mínimo; aunque desde hace un par de décadas también se consideran importantes un correo electrónico y una página en Internet. Esto último ha llegado a ser tan popular en el entorno corporativo que casi podríamos afirmar que «si no estás en la Internet, no existes», pues muchos clientes potenciales intentarán confirmar los datos de la empresa antes de pagarle, y podrían llegar a desconfiar de una propuesta si no ven que hay un sitio web corporativo que le dé, digamos, más seriedad.
Así, el emprendedor promedio llama a un diseñador web, le pide hacer un sitio para su negocio, le paga y luego se dice «¡ah, ya tengo mi web! ¡misión cumplida!». Quienes trabajamos en Internet ya sabemos que esa satisfacción dura poco. Luego de ellas, a menudo el diseñador recibe una pregunta similar a esta:
—Hola. ¿No dijiste que mi sitio web iba a poder ser visto desde cualquier lugar del mundo?
—Sí, y tal como está publicada pueden verla desde cualquier lugar del mundo.
—¿Entonces por qué nadie la ve? El contador de visitas que instalaste dice que han entrado 34 personas el mes pasado.
—Quizá sea porque no están promoviendo su sitio web lo suficiente, o posiblemente necesiten hablar con un SEO.
Cuando el emprendedor finalmente conversa con un especialista en SEO, nota muchas diferencias entre sus propuestas y lo que el diseñador le dijo. Esto ocurre porque el especialista en SEO piensa diferente al diseñador.
Cómo piensa alguien que trabaja en SEO
Para decirlo de una manera fácil de entender, equiparemos al especialista en SEO como un mecánico de autos de carrera: El sitio web será el auto. El objetivo de la carrera es obtener el mayor tráfico y el premio será obtener el mayor beneficio posible de ese tráfico.
El desarrollador web promedio entregará a su cliente un sitio web visualmente agradable, atractivo, funcional, espacioso… y cobrará por ello, claro que sí.
Pero en la gran mayoría de los casos, el auto que el cliente recibió no está listo para una carrera, y es lógico que todos los días pierda y que nunca obtenga el premio mencionado.
Lo que el profesional en SEO hace es abrir el capó del auto, ajustar el motor al máximo para que el carro sea lo más rápido posible, modificar el chasis para aligerar su peso, modificar la carrocería para que el auto sea más aerodinámico, cambiar las llantas por otras con mejor agarre en las curvas… en fin, se entiende.
Y muchas veces, a pesar de todas estas mejoras, el carro no llega ni al trigésimo lugar de la carrera de todos los días. Es entonces cuando el SEO propone al cliente un auto… eh… un sitio web nuevo.
También podríamos describir cómo piensa el profesional en SEO de la siguiente forma:
Al diseñador web le interesa que el sitio se vea bien, pues fue formado para diseñar, para comunicar gráficamente una actitud y un mensaje.
Al desarrollador web le interesa que el sitio web funcione correctamente, pues fue formado para construir sitios web que cumplan con los requerimientos técnicos del negocio del cliente.
Al especialista en marketing web, en cambio, le interesa el clic, es decir, que el visitante realice las acciones que el cliente necesita que sean realizadas para poder cumplir con sus objetivos trazados.
Por lo expuesto, cualquier persona que esté planeando un sitio web debería, primero y ante todo, conversar con un especialista en SEO para que le ayude a planear y organizar la información de su sitio —diseñar un auto de carreras, si deseamos continuar con la alegoría anterior. Luego, con todas las partes claras se puede contratar a un diseñador para hacer realidad el boceto planeado.
Lo mismo podría decirse para las agencias de diseño web. Si tienen un proyecto en cartera, consultar con un especialista en marketing electrónico antes (¡y no después!) puede ayudar muchísimo en el desarrollo web que esté listo para competir y dar así un mejor servicio al cliente.
Hasta la próxima.